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Lost in Mongi

Purpurina filosófica

Purpurina filosófica

Al principio de los tiempos, los seres humanos eran de tres géneros: andróginos, femeninos y masculinos, y vivían en un estado de eterna felicidad. A pesar de ello, su insolencia les llevó a no querer honrar a los dioses y, como castigo, fueron partidos en dos. Los de naturaleza masculina -los hijos del Sol- se convirtieron en homosexuales; los de naturaleza femenina -los hijos de la Tierra-, lesbianas; y los de naturaleza andrógina -los hijos de la Luna-, heterosexuales. Como recuerdo del atrevimiento, los dioses dejaron una marca en los seres humanos, el ombligo.

Este mito, expuesto por Platón en su Symposium, advertía a la humanidad del peligro de desobedecer a los dioses, especialmente a Eros. Y para honrar a Eros, debemos encontrar nuestra otra mitad, para volver al estado primigenio de eterna felicidad.

Aunque no lo parezca, ésta es la base del musical Hedwig and the angry inch, y sirve no sólo como trasfondo para una de sus canciones, sino como el recorrido argumental que sigue el protagonista, Hedwig, un transexual alemán que canta en clave de rock los avatares de su vida, paralela a la historia de su país natal. Hansel -que tomó el nombre de su madre, Hedwig, con el cambio de sexo-, hijo de un soldado americano y una alemana, nació el día en que se instauró el muro de Berlín alrededor de la parte oriental de la ciudad, donde el pequeño vivía. Atraído por la cultura occidental, acabó casándose con otro soldado americano que insistió en su cambio de sexo para poder salir de Berlín Oriental (de la operación quedó la pulgada enfadada -angry inch- que da nombre a la banda de Hedwig). El día en que el soldado dejó a Hedwig por un jovencito, el muro de Berlín cayó, y Hedwig se encontró solo y con una nueva personalidad a punto de nacer, como la nueva Alemania. Intercalando los trabajos de niñera con su emergente figura como estrella del rock -algo así como Farrah Fawcett con el maquillaje de Divine y un toque de Marlene Dietrich-, conoció a Tommy, un adolescente ingenuo y algo freak, al que instruye en la música y el sexo. La historia de amor entre Hedwig y Tommy es lo que nos lleva hasta la situación actual: Hedwig, de gira con su banda, contempla cómo su antiguo pupilo triunfa como copia del Billy Corgan de Smashing Pumpkins utilizando para ello sus canciones. Quizá esto no tendría mayor importancia si Hedwig no hubiera encontrado en Tommy a su otra mitad -había en sus ojos (...) la misma tristeza que en los míos-, según el mito del origen del amor de Platón.

Hedwig y Tommy

Y el drama se tiñe de musical  para narrarnos toda esta historia, donde los flashbacks son actuaciones en una marisquería y las letras de las canciones los recuerdos de Hedwig. El musical ha sido, durante todo su recorrido por la historia del cine, la representación de un happy world hecho de melodías que aplacaban cualquier tipo de tristeza o desavenencia, pero Hedwig no es una fantasía de brillantina e invulnerable felicidad. Aunque humor no le falta, Hedwig and the angry inch es un drama narrado con notas musicales; una historia de amor, pero de amor triste, de irrealización, desesperación por saber que no basta encontrar a la otra mitad para alcanzar la felicidad eterna. No podremos volver a ser uno. Hedwig lo intenta, y en su fracaso se transforma en su ser amado. Trata de alcanzar el amor desde ambos lados, y es entonces cuando cae en la cuenta de que los dos lados están ya en él.

Las representaciones musicales de Hedwig and the angry inch no entran en un mundo paralelo dominado por la música en el que los personajes parecen bailar sin justificación -excepto quizá en el número Wig in a box, que es más una especie de divertido videoclip-. Aun así, cobran fuerza por la carismática figura de Hedwig y lo extravagante de la puesta en escena de lo que nos cuenta. Bajo el maquillaje, la mirada de John Cameron Mitchell como director, guionista y protagonista, se convierte en el talismán de esta obra de teatro llevada al cine. Su toque fresco y genuino en cada uno de estos departamentos convierte a Hedwig en todo un descubrimiento, en todos los sentidos.

Sólo los dispuestos a bucear en la supuesta superficialidad que confiere el toque kitsch -en la película uno de los elementos que más atractiva la hacen-, descubrirán un film que se atreve hasta el punto de mezclar rock con Platón, amor con filosofía, hombres y mujeres en un solo cuerpo.

6 comentarios

Caperucita Rusa -

Es una pena que te parezca algo superficial, aunque en lo del \'segundo cantante\' te doy la razón, yo tampoco lo acabo de entender del todo. El final creo que es el que se merece; al fin y al cabo, es un mito filosófico y eso de por sí ya es solemne. Aun así te gusta :-D, así que genial. ¿Por qué no la llevé como placer culpable? Pues primero porque no se me ocurrió y, segundo, porque de culpable tiene poco, jeje.

miguel -

Por fin vi la peli y leí la crítica... y me quedo con la crítica. Qué remedio, soy uno de esos que no pueden dejar de ver algo de superficialidad en el toque kitsch de la peli. Además, se me queda coja la historia del segundo cantante de la banda. Y el final... no sé, un poco solemne, no?
Pero la peli me gusta, eh?. Y la banda sonora está muy bien.
Pero lo dicho: lo mejor es la crítica. Está genial. ¿POR QUÉ NO LA LLEVASTE COMO "PLACER CULPABLE"?

Caperucita Rusa -

Jo, gracias (:^-) qué vergüenza). Tranquilo; después de Miguel vas tú. Os tengo que Hedwigzar a todos :-D!

Un besote!

Roberto -

Ostras, no he visto la peli, pero me ha encantado la crítica. Supongo que será por mi fascinación por los filósofos griegos..o ¿qué coño? por lo bien que transmites las sensaciones. Ya sabes, espero ese dvd...

Saludos

Caperucita Rusa -

Es lo que tiene tener los mismos gustos... Que acierto con una alta probabilidad ;-).

Sonique -

No tengo palabras... ni para la película, ni para la crítica. Está todo dicho. Lo que sí tengo es alguna lágrima emocionada :) Gracias por recomendarme películas que me hacen un poco más feliz :D