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Lost in Mongi

Born to be wild

Born to be wild

En plena guerra de Vietnam, en plena década de revoluciones y de avances, dos macarras en moto trazaron un camino que recorría no sólo América, sino también la situación de una generación desorientada. De una América joven que quería evolucionar mientras otros se reían a sus espaldas. Los encargados de hacerlo: Dennis Hopper y Peter Fonda, en labores interpretativas, así como de dirección, guión y producción. El resultado: un film que permanece más por lo que intentó ser que por lo que es en realidad.

¿Por qué? Porque en Easy Rider se percibe un punto de descontrol, de prueba, por un éxito que se le quedó grande. Con un guión simple y repetitivo -las escenas de carretera se suceden con acampadas junto a la hoguera, cinco en total-, y una puesta en escena experimental -los planos enfocando al sol, recurso utilizado hasta la saciedad, los parpadeos entre escenas-, Easy Rider parece vagar con sus protagonistas, con un objetivo y una idea claros, algo que se hace evidente en ciertos puntos de la historia en los que se siente una ideología detrás, pero sin saber muy bien cómo manipular los elementos a su alcance. Aunque dados los problemas en el rodaje, tanto de producción como de sobriedad, es fácil entender por qué se les escapó de las manos.

Aun así, el éxito de Easy Rider radica en que, a pesar de todo lo anterior, consigue lo que se propone: retratar una juventud que busca, entre burlas e insultos, un destino al que aferrarse en unos Estados Unidos que ya no conocen. Para ello qué mejor que una road movie, un viaje por la geografía de la América profunda -incluyendo iconos como Monument Valley- y por las inquietudes de personas que, como ellos, quieren volver a empezar con su nueva visión de la sociedad. El género sirve como la excusa perfecta para recurrir a la música, que cobró una importancia vital en la década de los sesenta como vía de escape y protesta. The Byrds, Steppenwolf o The Jimi Hendrix Experience acompañan a los motoristas, de nombre Wyatt y Billy -lo que nos lleva claramente a Wyatt Earp y Billy el Niño, personajes ya mitológicos del western-, en su recorrido al Mardi Gras de Nueva Orleans. Dos forajidos que cabalgan sus Harley-Davidson en un viaje por el territorio desconocido del Sueño Americano.

Easy Rider tampoco escapa a simbolismos e interpretaciones, como el ya citado nombre de los protagonistas, la poca importancia del tiempo en su trayecto -Wyatt tira su reloj al comenzar el viaje- o la sombra de la muerte, presente en un flash-forward que anticipa el destino de los muchachos cuando Wyatt lee en el burdel una inscripción que reza que la muerte sólo cierra la reputación de un hombre y la determina como buena o mala. Incluso los miembros de la comuna hippie aseguran haber sembrado sus semillas, y no sólo a lo que a la huerta se refiere. Wyatt muestra, desde el principio, su admiración por aquellos que pueden vivir de la tierra, con la independencia de los que no necesitan del Estado para sobrevivir. Y tampoco pasa desapercibido George Hansen, un atípico abogado encarnado por Jack Nicholson, que filosofa como quien no quiere la cosa sobre una América hipócrita que está siendo manipulada por sus dirigentes y que teme a Wyatt y Billy por lo que representan: la libertad. Ese temor es el que les llevará a morir en una carretera perdida, como tantos otros que murieron en Vietnam o tratando de hacerse un hueco entre las falsas esperanzas que les prometía su país. Parece así, la muerte, la única manera de ser libre, de escapar de las garras de un sistema que sesga de raíz los horizontes de un nuevo modo de vida.

Se antoja extraer del mensaje de Easy Rider una apuesta también por las nuevas generaciones de cineastas, por aquellos que luchan por mostrar nuevas formas e historias que plasmar en imágenes y a los que esta película dejará la puerta abierta. De aquí devino el llamado NeoHollywood de Scorseses, Coppolas o Allens. Así que, a pesar del guión y la estética simplista y de que, a día de hoy, casi cuarenta años atrás, no seamos capaces de percibir su frescura o atrevimiento de igual manera, hay mucho que agradecerle a Easy Rider, porque gracias a ella otros tantos motoristas pudieron continuar el camino hacia un nuevo Hollywood.

3 comentarios

nora -

jajaja, sí, sí, las galletas...

Caperucita Rusa -

Nora... ¿Te han afectado las galletas Princesa de esta tarde? Jajajaja. Gracias de todas formas, un petonet!

nora -

oskia, desde luego... q críticas!!! jejeje, entre la de hedwig, la de vivir rodando (q la clavas!) y ara ésta, q tb la clavas, nos vas a tener q dar tú las clases! en serio, genial, tanto en ésta como en la anterior coincido contigo en todo, explicas perfectamente lo importante de cada peli. Enfi, q solo era para decirte q felicidades! jeje

petonets