Blogia
Lost in Mongi

French Pie

French Pie

Últimamente se ha abierto un pequeño debate sobre si las películas deben ser juzgadas también por sus pretensiones o, más bien, por las pretensiones de sus autores. Con justicia, una película debe ser valorada como una obra en sí misma, como 120 minutos aproximados de imágenes y sonido ensamblados conformando un mensaje, una obra de arte o un divertimento, más allá de las circunstancias que la rodeen. Pero esto se antoja difícil cuando su autor no parece más que un miembro de esa plaga de niñatos/as que, enfundados en sus gafas de pasta, ropa de rayas y/o lunares y pantalones andrajosos -pero Levis-, se erigen como cálices de talento y originalidad cuando lo único que poseen es el ego y los medios suficientes para hacer cine.

Aunque no lleve gafas de pasta y en vez de Levis vista de Marc Jacobs, éste es el caso que nos ocupa y responde al nombre y apellido de Sofía Coppola. Sí, Sofi es hija de su archi-conocido papá -Francis Ford Coppola, para servirles-; Sofi ha visto mucho cine; Sofi tiene buen gusto y un envidiable catálogo de fuentes en su cabeza a la hora de trasladar una historia a la gran pantalla; y sí, lo sabemos, a Sofi le gustan, entre otros,  Antonioni y Godard, por si no había quedado claro ya que Sofi es una intelectual. Hasta ahora nos habíamos tragado esa imagen, proclamándola nuevo estandarte del supuesto cine indie, pero con su última película, de nombre María Antonieta, Sofía Coppola ha enseñado la patita bajo la falda de marca. Porque no nos engañemos... Si Sofi no se llamara como se llama y llevara por nombre, por ejemplo, el de Amy Heckerling, María Antonieta sería catalogada como una adaptación de Fuera de onda (Clueless, 1995) en el siglo XVIII: una película para adolescentes americanos transportada desde el insti a la corte francesa, que tiene más glamour que las high schools californianas. Y mejor aún, precediendo a una revolución, lo cual implica que sabemos de historia y somos super listos.

Bromas aparte, es del todo lícito que, para Sofía Coppola, sea más interesante retratar el suplicio que suponía escoger un par de zapatos para la reina antes que mostrarnos su muerte a manos del pueblo francés en la guillotina. Ahí radica la cuestión: la directora ha optado por mostrar la cotidianidad, la dificultad del día a día para una adolescente en la corte, para una extranjera en la corte, para una reina sin descendencia en la corte. Y pretende guiarnos por sus aposentos olvidando que el espectador, por pura inercia, busca metas que respondan a sus expectativas. Es tanta la confianza que Coppola deposita en su buen hacer como narradora de imágenes que consigue olvidarse de que pretende contar algo, y la historia acaba diluyéndose en un esteticismo puramente hedonista. Hasta más allá de la primera hora de película todo gira en torno a la no-consumación del matrimonio de María Antonieta y, cuando esto sucede, nos quedamos cojos, sin saber qué esperar -aparte de la consabida pena de muerte para la monarca-. A partir de ahí todo es superficialidad: moda de la mano de un peluquero gay -¿¿??-, estancias bucólicas en una casita de campo -cuya realización parece calcada del anuncio del perfume Pleasures de Estée Lauder-, y juerga a ritmo de New Order o Bow Wow Wow -como si la Coppola hubiera descubierto América cuando muchos recordamos cómo la simpática pero criticada Destino de Caballero (Brian Helgeland, 2001) trasladaba canciones de Queen o Thin Lizzy a la Europa medieval del siglo XIV-, para acabar con el desmoronamiento de la corte francesa y la huida de Versalles, omitiendo todo lo acontecido después. Como la propia Sofía Coppola, inteligentemente, afirma, "eso pertenecería a otra película".

La apuesta está clara: la cineasta pretende dar su visión de la vida de Madame Déficit, aunque para ello tenga que pasar por alto datos históricos -como el hecho de que María Antonieta tuviese cuatro hijos y no dos- o alejarse de la epopeya histórica que podría esperarse de una película de época. Ése es el acierto de Sofía Coppola: la facilidad con la que desprende a María Antonieta de su lugar en la historia y la despoja de la rigidez y el maniqueísmo del mito, convirtiéndola en una niñata adolescente que debe reinar un país. Y a pesar de lo caprichoso de la reina y de su fama de despilfarradora frente a un pueblo hundido en la miseria, es tanto el cariño con el que la retrata Coppola que queda exenta de maldad hasta en los momentos en los que se refiere despectivamente al pueblo -siendo un poco maliciosos, podemos pararnos a pensar por qué empatizará tanto con la monarca...-. Como marioneta en manos de la cineasta, la María Antonieta de Sofía Coppola se mueve cómodamente por unos conceptos visuales que, a pesar de lo barroco y recargado de la dirección artística -lógicamente, debido a la época retratada- y de su inspiración en el imaginario y colorística de pintores como Antoine Watteau o Elisabeth Louise Vigée Le Brun, remiten a una manera de filmar contemporánea, muy influenciada por la realización publicitaria y alejada del clasicismo con el que, años atrás, se habría abordado esta adaptación. Sin dejar de lado el guiño recurrente a sus fuentes cinematográficas -como las repetidas miradas a cámara de la reina intrepratada por Kirsten Dunst-. Y lo que es más importante aún: una visión fácilmente identificable con quien firma la película, lo que suma puntos a Sofía Coppola en su status de autora, aunque la calidad de sus obras vaya disminuyendo desde su primera y brillante película, Las vírgenes suicidas.

Aciertos y desaciertos aparte, María Antonieta ha venido a convertirse en una de esas películas de extremos que se aman o detestan con la misma pasión o violencia. Las conclusiones que se puedan sacar de un film como éste serán pues, de todas las formas y colores, tanto si son sobre la reina o sobre la directora, porque Sofi nunca pasa desapercibida. Pero si hay algo que queda claro es que, si María Antonieta fuese reina a día de hoy... sería con toda probabilidad directora de cine.

3 comentarios

miguel -

Bienvenida de nuevo a tu propio blog. Y felicidades por la paliza a la Sofi. Como siempre, un placer.
Besos.

Caperucita Rusa -

Hola Nora! Me alegro de que aún te pases por aquí para ver si cae algo... Ya sabes, el Boyero que llevo dentro hace que, si algo me pone de mala leche, las palabras salgan solas. Aunque sin llegar al nivel de nuestro compañero crítico que ya va alcanzando, merecidamente y poquito a poco, su lugar en el oficio (http://www.miradas.net/2007/n58/criticas/mariaantonieta1.html).

Espero que te haya llegado el mail que te envié el otro día. El libro de Biskind tengo muchas ganas de leerlo!

Un petonet molt gros y gràcies!

nora -

uoo, no me lo puedo creer! Me alegro d volver a ver textos tuyos por aquí.

No he visto la película (no me llama demasiado) pero con tu artículo y el de Roberto (con el genial título "joo, tía, qué fuerte esto de ser reina!") me hago una idea...

Bueno, aunque no te lo creas, me ha encantado el principio (y el final, la última frase, jeje).

Un petonàs y a ver cuándo me pasas la 2ª d LOST!!!!! arrrgggg. Por cierto, por fin algo q te puedo dejar yo! jeje, me compré el libro de Biskind (Sexo, mentiras y Hollywood); lo poco q he leído está genial; allí sí q habla d niñatos fashions.