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Lost in Mongi

Oculto en las sombras

Oculto en las sombras

Decía Paracelso que el contagio de una enfermedad es mental. Y, como tal, los relatos vampíricos se han ido extendiendo desde aquel Drácula de Bram Stoker que Murnau pretende no plagiar con su Nosferatu. Pero hay algo que diferencia a la obra del maestro alemán del resto de los films sobre bebedores de sangre: lo parezca o no, el Nosferatu de Murnau es una obra-panfleto, la propaganda de un grupo ocultista sediento de que sus ideales cuajaran en la desestructurada mentalidad del alemán de la posguerra. Y quizá sea eso lo que hace grandiosa esta propuesta: su capacidad de deslumbrarnos con un simbolismo sutilmente escondido en la naturaleza, en el realismo de lo oscuro en lo cotidiano.

Y sólo alguien como Murnau y su destreza para trabajar con lo que muchos han llamado pintura en movimiento podría ser capaz de integrar elementos del romanticismo y el expresionismo con el naturalismo de los paisajes por los que campa Hutter hasta llegar al castillo del Conde Orlock. Murnau se deleita en los exteriores, como un Fiedrich o un Turner jugando a colocar criaturas fantásticas en las montañas checoslovacas. Y en una historia tan siniestra como ésta, la luz juega un papel importante. El contraluz se convierte en algo sombrío, el lugar en el que se oculta el mal. La sabiduría está en la luz, en el terreno diurno al que Nosferatu no puede acceder. En la luz blanca del camisón con el que Ellen espera el regreso de su amado. Sólo cuando el mal, la sombra, penetra en lo luminoso, muere. La luz gana a la oscuridad y el no saber se convierte en sabiduría, mientras Nosferatu desaparece en una nube de humo que denota su existencia como cuerpo astral, según los ocultistas. Un cuerpo astral que se crea a través de los pensamientos de los individuos. Y parece que las ideas paracelsianas han cuajado en nuestro siglo: ya no quedan falanges para contar las veces que se ha invocado a Nosferatu, Drácula o Lestat en la historia del cine y en el imaginario fílmico de cualquier ciudadano de a pie. Pero ninguno como este vampiro que asusta sin sangre, este Max Schreck capaz de aterrorizar con una sombra proyectada en la pared.

Serán muchas las veces y diversas las formas en las que se revisite el género vampírico, pero ninguna tendrá la magia de esta primera incursión, despojada de inocencia, atrevida hasta para romper las reglas de una saga creada a partir de la larga sombra del señor de la noche más famoso de todos los tiempos.

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